Me declaro superviviente del "sistema",
Superviviente del pañuelo y el termómetro
y también de las noches en vela,
Superviviente de sonrisa intacta
para que no se note el borrón y cuenta nueva.
Superviviente de crecer a mi manera,
de la fruta, la verdura y la ternura,
Superviviente al bus y a las esferas,
a las tardes de parque y las carreras.
Superviviente de la cama enorme que me espera,
de la soledad llena de Primavera,
Superviviente al espejismo en mi desierto,
a la amistad cambiante como el viento.
Superviviente al carmesí de éste cuento,
a la utopía y el invento,
Superviviente al fin y al cabo de mi misma,
de la risa, de la broma y del carisma.
BLo (Santiago de Compostela 2016)
domingo, 25 de septiembre de 2016
viernes, 23 de septiembre de 2016
domingo, 18 de septiembre de 2016
Soy la vida
Soy
adulto en jaula de niño
A
dónde vas? A dónde voy?
No
me encuentro ni mirando
no
me arranco la sonrisa ni jugando
Soy
gorrión con alas de gaviota,
A
dónde vas? A dónde voy?
Quiero
volver al ayer siendo el mañana de hoy
Añoro
el regazo y también lo odio
me
agito, estallo y me encaro
Soy
Pegaso con miedo a volar,
A
dónde vas? A dónde voy?
Sólo
tengo claro dónde quiero estar hoy
Despego
y no miro abajo, no tengo miedo
Pero
mantenerme arriba y sólo es más complejo
Soy
Peter sin Pan, como un niño perdido
A
dónde vas? A dónde voy?
La
brújula me marca el camino
y
aunque en mi Norte hace calor, prefiero el frío de mi Sur
me
encuentro, poco a poco, me encuentro…
Soy
la Vida que me espera
soy
la risa, el beso, el viento
soy
el verso, la boca, el llanto
soy
único, grande y eterno
Blo
2016 ( A mi hijo Alejandro)
Sombra
Rompe, rasga, araña y trepa,
sorprende su fortaleza
subiendo por mi espalda,
agazapada en mi cuello
escondida en cualquier recoveco
queriendo anular mis instintos,
voraz, inquieta y exultante,
en su paraíso de sentimientos.
Juega, adivina y me reta
inteligente, sabia, seductora,
impúdica se atreve a cerrarme los ojos
y colmar mis oídos de recuerdos
insistente, terca, tenaz
atrevida hasta la saciedad,
licuando mis sentidos en delirios,
debilitando mis páginas en blanco,
para lentamente ahogarme en llantos.
BLo (Santiago de Compostela, Marzo 2016)
sorprende su fortaleza
subiendo por mi espalda,
agazapada en mi cuello
escondida en cualquier recoveco
queriendo anular mis instintos,
voraz, inquieta y exultante,
en su paraíso de sentimientos.
Juega, adivina y me reta
inteligente, sabia, seductora,
impúdica se atreve a cerrarme los ojos
y colmar mis oídos de recuerdos
insistente, terca, tenaz
atrevida hasta la saciedad,
licuando mis sentidos en delirios,
debilitando mis páginas en blanco,
para lentamente ahogarme en llantos.
BLo (Santiago de Compostela, Marzo 2016)
domingo, 11 de septiembre de 2016
El hombre bueno y la campanilla silvestre
Hubo una vez un hombre bueno, casi perfecto, era honrado, trabajador, dulce y a ratos aniñado, reflexivo, pensador, caminante de sueños…
Cada mañana al llegar la primavera, dedicaba un paseo a la naturaleza por la vereda de un hermoso río, grande y generoso, disfrutaba del olor a hierba fresca, de los destellos de la luz en el agua, de los colores y sonidos que le brindaba la tierra... Caminaba despacio, observando detenidamente, como queriendo grabar en su retina cada uno de los rincones que descubría.
Uno de ésos días en los que paseaba absorto en sus pensamientos, descubrió una pequeña flor en la que antes nunca había reparado, parecía escondida, pese a estar sola y aislada de otras flores, se erguía sobre su tallo verde esmeralda con fuerza, era una encantadora campanilla silvestre de tonos morados y violetas, el hombre bueno, se enterneció al verla, le pareció que era la flor más bella que había visto nunca, se acercó para olerla y ella se revolvió coqueta, degustó la suavidad de sus pétalos y descubrió bajo sus hojas un pequeño brote que nacía de su tallo, con sus manos en forma de cuenco la regó con agua del río y ella como dando un suspiro se agitó aliviada, desde áquel, día el hombre bueno, caminaba hasta la flor, para darla de beber y mirarla, perdía la noción del tiempo a su lado...pasaron muchas primaveras, el pequeño brote crecía y ella también gracias al agua del río que el hombre bueno hacía llegar hasta sus raíces, a él le parecía que incluso la flor sonreía cuando le veía llegar y seguramente así era.
Pero tras una de ésas luminosas primaveras y cálidos veranos, llegó un invierno especialmente crudo con lluvias torrenciales y un frío helador, que calaba hasta el alma, había días en que era difícil salir a caminar, fué en uno de ésos días violentos, cuando la crecida del río se hizo tan intensa que se llevó a la campanilla silvestre entre sus aguas, arrastrando con ella a su pequeño brote…
El hombre bueno al llegar aquella mañana junto a su flor, no podía creerlo, lloró, se lamentó de haberla perdido, se desesperó, se sintió culpable por no haberla salvado de la crecida y odió al río con todas sus fuerzas, tanto que cambió su rumbo y se alejó, buscando nuevos caminos. Entre los bosques, escudriñaba cada rincón en pos de su campanilla silvestre, con la esperanza de que hubiese rebrotado en otra tierra, añoraba el color de la bella flor, la caricia en sus manos al tocarla, extrañaba incluso al pequeño brote que nacía de ella y se atormentaba pensando cuál habría sido su destino…
Un hermoso día de verano, en uno de sus paseos durante la búsqueda incesante, apareció una mariposa con grandes alas violetas, salpicadas por destellos plateados, la mariposa coqueta, revoloteaba alrededor del hombre bueno, al verla sintió cómo su corazón saltaba en el pecho, había reconocido el color de su flor en ella, pero como las mariposas juegan todo el tiempo, el hombre bueno, tuvo que correr tras ella para poder disfrutar de su compañía, de repente era un niño, saltando detrás de cada aleteo hacia el cielo que impulsaba la mariposa, para finalmente dejarse caer extenuado y rendido después de horas persiguiéndola.
La mariposa de alas violetas con destellos plateados, seguía revoloteando a su alrededor provocándolo con cada aleteo e ignorando su cansancio.
El hombre bueno, sonreía, lo hacía todo el tiempo, incluso estando agotado, ésta vez se abandonó a su sueño, lo dejó todo por estar junto a ella, hizo del bosque su hogar y de su campanilla silvestre, ahora convertida en mariposa de alas violetas, su compañera para siempre...nunca otra crecida, vendaval o tormenta se llevaría nunca lo que más amaba.
Fué entonces, cuando el hombre bueno, se perdonó y aprendió a volar.
BLo (Santiago de Compostela 2016)
Cada mañana al llegar la primavera, dedicaba un paseo a la naturaleza por la vereda de un hermoso río, grande y generoso, disfrutaba del olor a hierba fresca, de los destellos de la luz en el agua, de los colores y sonidos que le brindaba la tierra... Caminaba despacio, observando detenidamente, como queriendo grabar en su retina cada uno de los rincones que descubría.
Uno de ésos días en los que paseaba absorto en sus pensamientos, descubrió una pequeña flor en la que antes nunca había reparado, parecía escondida, pese a estar sola y aislada de otras flores, se erguía sobre su tallo verde esmeralda con fuerza, era una encantadora campanilla silvestre de tonos morados y violetas, el hombre bueno, se enterneció al verla, le pareció que era la flor más bella que había visto nunca, se acercó para olerla y ella se revolvió coqueta, degustó la suavidad de sus pétalos y descubrió bajo sus hojas un pequeño brote que nacía de su tallo, con sus manos en forma de cuenco la regó con agua del río y ella como dando un suspiro se agitó aliviada, desde áquel, día el hombre bueno, caminaba hasta la flor, para darla de beber y mirarla, perdía la noción del tiempo a su lado...pasaron muchas primaveras, el pequeño brote crecía y ella también gracias al agua del río que el hombre bueno hacía llegar hasta sus raíces, a él le parecía que incluso la flor sonreía cuando le veía llegar y seguramente así era.
Pero tras una de ésas luminosas primaveras y cálidos veranos, llegó un invierno especialmente crudo con lluvias torrenciales y un frío helador, que calaba hasta el alma, había días en que era difícil salir a caminar, fué en uno de ésos días violentos, cuando la crecida del río se hizo tan intensa que se llevó a la campanilla silvestre entre sus aguas, arrastrando con ella a su pequeño brote…
El hombre bueno al llegar aquella mañana junto a su flor, no podía creerlo, lloró, se lamentó de haberla perdido, se desesperó, se sintió culpable por no haberla salvado de la crecida y odió al río con todas sus fuerzas, tanto que cambió su rumbo y se alejó, buscando nuevos caminos. Entre los bosques, escudriñaba cada rincón en pos de su campanilla silvestre, con la esperanza de que hubiese rebrotado en otra tierra, añoraba el color de la bella flor, la caricia en sus manos al tocarla, extrañaba incluso al pequeño brote que nacía de ella y se atormentaba pensando cuál habría sido su destino…
Un hermoso día de verano, en uno de sus paseos durante la búsqueda incesante, apareció una mariposa con grandes alas violetas, salpicadas por destellos plateados, la mariposa coqueta, revoloteaba alrededor del hombre bueno, al verla sintió cómo su corazón saltaba en el pecho, había reconocido el color de su flor en ella, pero como las mariposas juegan todo el tiempo, el hombre bueno, tuvo que correr tras ella para poder disfrutar de su compañía, de repente era un niño, saltando detrás de cada aleteo hacia el cielo que impulsaba la mariposa, para finalmente dejarse caer extenuado y rendido después de horas persiguiéndola.
La mariposa de alas violetas con destellos plateados, seguía revoloteando a su alrededor provocándolo con cada aleteo e ignorando su cansancio.
El hombre bueno, sonreía, lo hacía todo el tiempo, incluso estando agotado, ésta vez se abandonó a su sueño, lo dejó todo por estar junto a ella, hizo del bosque su hogar y de su campanilla silvestre, ahora convertida en mariposa de alas violetas, su compañera para siempre...nunca otra crecida, vendaval o tormenta se llevaría nunca lo que más amaba.
Fué entonces, cuando el hombre bueno, se perdonó y aprendió a volar.
BLo (Santiago de Compostela 2016)
Hojas...
Había cerrado las ventanas, pero dejé la puerta entornada,
un montón de hojas se agolpaban en la entrada,
el viento las trajo, pensaba...
Allí había,
hojas grandes y marrones,
arrugadas,
sabias,
cansadas,
hojas rojas, apasionadas,
tersas,
suaves,
lanceadas,
otras amarillas, en plena floración inacabada,
añorando la vida de su savia,
entristecidas; “tiraron la toalla”,
alguna quedó a medias,
bicolor,
seguro fué tras una lucha encarnizada.
Debajo de todas ellas,
una pequeña hoja verde,
respiró
y se sintió liberada,
sin tapujos y con gracia,
alzó el vuelo y jugó conmigo
a perseguirla por toda la casa,
me entregué a su magia,
a sus ganas de volar,
y a su constancia,
sólo entonces olvidé,
los sinsabores de las hojas amontonadas en la entrada...
BLo (Santiago de Compostela 2016)
A mi hijo Diego
un montón de hojas se agolpaban en la entrada,
el viento las trajo, pensaba...
Allí había,
hojas grandes y marrones,
arrugadas,
sabias,
cansadas,
hojas rojas, apasionadas,
tersas,
suaves,
lanceadas,
otras amarillas, en plena floración inacabada,
añorando la vida de su savia,
entristecidas; “tiraron la toalla”,
alguna quedó a medias,
bicolor,
seguro fué tras una lucha encarnizada.
Debajo de todas ellas,
una pequeña hoja verde,
respiró
y se sintió liberada,
sin tapujos y con gracia,
alzó el vuelo y jugó conmigo
a perseguirla por toda la casa,
me entregué a su magia,
a sus ganas de volar,
y a su constancia,
sólo entonces olvidé,
los sinsabores de las hojas amontonadas en la entrada...
BLo (Santiago de Compostela 2016)
A mi hijo Diego
miércoles, 7 de septiembre de 2016
Sueño despierto
Un
rincón que nadie quiso,
un
lugar que nadie eligió,
la
ausencia de todo bien, de todo mal,
la
indiferencia a la voluntad,
el
no a la soledad,
el
querer sin pensar,
el
deseo al borde del olvido,
el
sueño despierto de un perro dormido.
Blo
(Madrid 1998)
domingo, 4 de septiembre de 2016
María
María
madre, María abuela,
María
que amó con locura y también fué amada con devoción,
María
sonríe y también se ríe
María
cose, María extraña, María lucha...
María
valiente, María se asusta,
María
canta, María cuenta,
María
en su silencio rompe el misterio,
intuye
en los labios cualquier razón
María
amiga, María tierna,
María
niña, María interna,
María
no busca, siempre lo encuentra
de
la distancia nace el amor
María
sueña, María recuerda,
María
crece, María mima,
y
mientras cuida de su rebaño,
María
relata historias del sur.
BLo
A
mi abuela María de Madariaga Rizzo (Santiago de Compostela 2016)
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