Sus ojos como el ámbar,
penetraban disolviendo en un instante cualquier intento de escapar ,
buscaban incesantes la
respuesta a tanta crueldad,
su piel canela como arena del
desierto, suave, tersa y fina
exhalaba sin tregua su
ansiedad,
con sus dedos largos,
delicados, generosos,
lograba ignorar el recuerdo de
algún día, cuando estuvieron abocados a la infelicidad,
Habibi no te vayas, quédate,
tarareaba…
Sus labios susurraban una
tierna melodía surcando la cama, con complicidad,
amaba con cada poro, sin
descanso, como si la media luna nunca se fuese a llenar,
abrazaba con sus labios,
besaba con sus pies, jugaba su infancia robada por una bala en la oscuridad,
con sus piernas abarcaba el universo,
lo envolvía y hacía estallar un segundo Big Bang,
aroma a plátanos, aguacate,
nueces y miel, provocaban la llegada del amanecer.
Y yo, yo siempre que podía,
escapaba a su habitación alquilada,
a mi oasis del barrio de
Prosperidad...
Habibi no te vayas, quédate,
tarareaba…
BLo (Madrid 1999)
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